El cielo amenaza
con prender fuego a la ciudad
Demasiado pronto para levantarse
Demasiado tarde para rastrear culpas y decepciones
Te preparas una taza de café barato
Sales a la calle para que el infierno te calcine
Vidas en precario
Sueldos de quemarse a lo bonzo
Cóctel molotov en la mente
En las manos la rosa y el escorpión
Sangran las heridas de los avasallados
Ahora que tenemos todo un mundo por descoser
Va y tejemos telas de araña para los hijos de la derrota
Te habla el látigo en la espalda
Sirves a la sinrazón de la ignominia
Un millón de preguntas
Una eternidad sin respuestas
Se despertaron las colmenas
Se oyen zumbidos de ida y vuelta
Se dejaron el aguijón en el desván del olvido
El rebaño se dispersó
Llega la noche con su canción triste de lunas perdidas
En el insomnio de tu cansancio
Contarás ovejas descarriadas
que desean escapar del laberinto de tu oprimido corazón
Mañana desplegarás las velas
Despertarás al ejército que existe en ti
Los solos subyugados carecen de fuerza
Hacen falta más llaves
para abrir los candados de nuevos amaneceres
De todas formas los nuevos amaneceres se abren y todo vuelve a fluir dentro del mismo caos. Y allí uno encuentra remansos de paz en ocasiones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes una forma de escribir oscuramente real. Cada verso es un látigo de verdades. Y sí, se necesitan muchas llaves, pero también manos que sepan abrir el candado preciso.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
La empatía abriría esos candados.
ResponderEliminarUn abrazo.