Un
suspiro
Que
el viento legó en retirada
Un
beso
Furtivo
en la oscuridad
La
nada en los labios
Una
mueca
Sonrisa
de difuntos que devoran gusanos
El
tiempo asesino de alegrías olvidadas
Miradas
Que
ya no ven nada
Más
que el escorpión que mató la ternura de las manos
Quedarse
Con
esta carroña sin buitres que alimentar
El
sexo se despidió
Dejando
la escarcha del silencio que no calla
El
reloj que extermina las horas
Los
instantes
Que
quedaron por vivir
Dejarse
en paz
El anhelo del anacoreta
La
desidia en busca
De
los cadáveres suicidas
Para
ser juez y parte
De este velatorio de almas homicidas
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