Los
muertos se despiertan por las mañanas
Se
levantan de sus tumbas
Cogen
sus pantallas controladoras
y
no las dejan hasta que caen en los nichos
Salen
a trabajar
Obedecen
Reciben
las hostias que da la vida
Con
fe divina y resignación
Votan
a sus cuatreros
Dan
de comer a sus verdugos
Pagan
las facturas a sus sepultureros
Al
llegar a sus nidos de amor olvidado
Encienden
la televisión
Digieren
la basura que les echan para comer
Acunan
a sus niños lobotomizados
Los
muertos
Cuando
es noche cerrada
Vuelven
a morir en sus ataúdes
Hasta
que al día siguiente vuelven a resucitar
Sin
que el corazón emita ni un triste latido
tu poesía, debería oírse por esas calles transitadas por la multitud de los espectros, con un altavoz que gritara muy alto y que rompiera su terrible tic-tac-tic-tac y paz y cordura asesina.
ResponderEliminarUn día teníamos que organizar un "recital" callejero. En cualquier ciudad de éste país-féretro. Quizás buscar diferentes compas que quieran compartir su aullido y tenerlo ya grabado. Sólo necesitaríamos en cada ciudad un altavoz y un reproductor. O en carne y hueso.
Tus aullidos tienen la capacidad de clavarse en la raíz y levantar todo el suelo.
Aunque me temo que la clase media de éste país de lobotimizados para abrir los ojos tienen que estar a punto de morir.
Ya te escribo un día de estos al mail.
Salud y abrazo fraterno.