La lluvia desapareció
Ahogados entre polvo y arena
Espectros contaminados con la sed hasta el cuello
Arrastrados por vientos grises
hasta la desembocadura en mares muertos
Ausencia de peces que bailan en grandes olas de tristeza
Quietos en el rompeolas
Viendo el despertar de amaneceres fríos
Besos de espuma con sal
La gente circula hacia sus quehaceres de plomo y látigo
Destinos de quebranto y fuego eterno
Gargantas resecas
Abrázame
Que llega el fin del mundo
Y nos pilla más estúpidos y con el cerebro pasando pantallas
Hola Ángel, lo que relatas suele ser desgarrador, y cierto, tal vez eso es lo peor. Ya sabes (o eso creo) que yo rebusco hasta encontrar algo que me sirva para no perder la fé en la vida, me vale un atardecer, cualquier camino sin lindes, una canción... seguramente por eso cuando te leo normalmente no sé que decirte. Hoy sin embargo, lo de abrazarse antes del fin del mundo, me hizo pensar que hacía mucho tiempo que no te mandaba un abrazo o un beso y decidí visitarte y comentar.
ResponderEliminarNo puedo contagiarte mi visión pero te mando un gran abrazo, y besos, en este otoño frío!!
Así es como debe de quedar todo después de una situación caótica, ni agua, ni aire, ni siquiera el calor de un beso. Muchas veces pienso en el mar, echo de menos su rugido y sus olas de encaje, pero en el mundo que describes no es así, peces nadando en olas de tristeza, debe ser que se acerca el fin del mundo y yo ni lo veo, ni quiero verlo.
ResponderEliminarAunque sea ficticio, te doy mi mano en señal de amistad.
Ja!!! la cafetera está vacía.