No
somos más que hojas caídas de otoño
Sin
saber que hará el viento con nosotros
Marionetas
de un destino
Buscando
el delirio de las hienas
tras
un invierno infernal
Sin
nada que llevarnos a la boca
Si
caemos en el mullido jardín de los afortunados
Que
la soberbia de los estúpidos
no
nos coja desprevenidos
Si
nos estrellamos en el desierto de los abandonados
Busquemos
en el horror del perseguido
Un
hueco de escape
donde dormir con los sueños
El
vaivén de la sinrazón
nos
lleva al caos de un devenir ignoto
Quizá
nos quedemos quietos
Esperando
un milagro jamás acontecido
Entonces
es cuando acabaremos secos
En
un montón de naturaleza muerta
Derrotados
por no decir esta boca es mía
Cuando
éramos peces en río revuelto
y,
a sabiendas,
comimos
del anzuelo
En
vez de dar el grito
y
salir en estampida
Somos
hojas de otoño
que
recorren caminos
al
son de los vientos
Destacable: la abundancia que dejamos de ser en el acto.
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