Yo
que iba para bomba antinuclear y poner el mundo de cabeza.
Fue
la vida con su mundo y se me merendó.
En
las cloacas del martirio fui a parar.
Y
ahora no soy más que un indigente que clama en el desierto.
Sin
más oasis que aguas ignominiosas que corren por mis venas.
Sin
más oficio que el de violador de palabras.
Con
mi único sustento que el impago sin contado de arenas movedizas en mis bolsillos sin
costura.
Otra
vez muerdo la rabia cotidiana para llegar a ser bala y francotirador al mismo
tiempo.
Y
disparar a la rapiña de esta muerte que devora nuestros mundos fecales.
Reinventarme
en pólvora mojada que va cual mortaja hacia la nada cotidiana.
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