Abrí
la puerta
No
había nada en el exterior
Sólo
el gélido frío
Y
una intensa niebla
que
escondía al mortecino Sol
Perseguí
mis huellas
pero
perdí la senda
de
mis derrotas
Me
alejé de la compañía
del
ruido y sus silencios
No
hallé cobijo en los árboles
Ya
no estaban
Sólo
se adivina la ceniza
que
deja el paso mortal del tiempo
Y
mil y una ausencias
que
vienen a visitarme
Hoy
no era un día cualquiera
Era
un día de pesadumbre
Era
un día de barranco
y
graznido de cuervo
No
encontré más salvación
que
una melancólica soledad
El
viento afilado
corta
los poros de mi piel
Sangran
las horas
que
saben a ciervo herido
acorralado
por la muerte voraz y asesina
Hoy
me abraza el precipicio
El
día amaneció negro
Lloró
el ángel caído
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