UN PASEO POR LA IMAGINACIÓN ASILVESTRADA

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA FLOR NEGRA

Una flor negra yacía en la calle.
Al borde del fin se hallaba cuando la descubrí.
La acuné entre mis manos y en buena tierra a un tiesto fue a parar.
Cada día allá iba yo para darle agua y mil ratos de conversación.
Pero del pequeño renacer hacia la podredumbre se encaminaba.
¿Por qué te vas hacia las tinieblas si ni la lluvia te da tanto manjar como las que te ofrecen a diario mis manos?.
La nada como respuesta.
Las evidencias a mi alrededor las tenía.
Ruidos infernales que apolillaban su tallo.
Poluciones de innombrables defecaciones verbales que tras las pantallas planas narcotizaban mi cerebro, sus pétalos.
La huida fue mi aullido de esperanza.
Corrí tan veloz con mi flor entre las manos que el viento acuchillaba mi cara.
Me sentía libre como un caballo salvaje dispuesto a fallecer para no caer preso entre las riendas de la infinita obediencia.
Nada de jaulas, colmenas, nichos de hormigón que sepultaban su savia.
Fuera reverencias y claudicaciones que atrofiaban mi inteligencia.
Allá en el campo abierto planté la flor lejos de su condena y de su tiesto.
Renació. Volví a sonreír.
Me guardo el grito atronador, de guerra sin tregua y a muerte segura.
Ante la avalancha de la destrucción de escavadoras y lluvia radioactiva que pudiera venir.
El viento acaricia sus negros pétalos que inmensos destellan ante la belleza reencontrada.
El silencio acaricia mi paz, mi libertad, mi pensamiento voraz que se sumerge en la tierra para hallar la fuerza de vivir sin condena.
Llueve.
Otro día más de alimento.
Crece mi flor desafiando al Sol a la espera que el nuevo día siga con la misma bella melodía.
Afilando cuchillos a la expectativa estoy que la muerte calavérica del infierno mundo nos venga a buscar.
Llueve y continúa lloviendo.
Me sumerjo en tu fragancia. Me embriago con tu aroma
Defiendo nuestra preciada y precaria libertad y la risa contagio da
Llueve y no para de llover.

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